NOVIEMBRE 18 DE 2013
Por Jaime Londoño
Juegos con palabras
Hoy sí que hizo frío, menos mal que había fuego: desde la
arena mojada subían las voces de los niños que construían un castillo de arena.
Bajo sus manos crecían las edificaciones, los caminos, los seres imaginarios
que habitan esas comarcas enemigas de la lluvia. Me senté frente a Paola y
Daniela, un poco absorto en la mecánica que tienen los niños para disfrutar al
máximo con las cosas efímeras. Y tienen razón, lo que permanece oxida el
pensamiento. El grito de una madre espantada porque su hijo hacía cosas sabias
con el barro me hizo retornar a la poesía. Así que le pregunté a Daniela por
sus poemas. Nos leyó dos que a mi juicio marcan un nuevo rumbo en su
experiencia creativa. Entonces le recordé que este miércoles 21 de noviembre
tiene programada una lectura en el bar Hojas al viento que está ubicado sobre
el Park Way en Bogotá. Los dos poemas los pueden ver más abajo.
Paola nos compartió un bosquejo que está haciendo sobre el
poema XV del poeta malgache Jean Joseph Rabearivelo. Le hicimos algunas recomendaciones
para que siguiera profundizando en su trabajo de crítica literaria. Luego nos
leyó un escrito mediante juego que ustedes juzgarán cuál fue la razón por la
que lo escogimos para que apareciera en esta crónica. Quizá desde antes ya
estaban los niños de las arenas dictándole los versos, o quizá los niños que
jugaban a nuestro lado los estaba inventando paola en ese instante. Quien sabe,
los universos se comunican de una forma extraña.
Lina, una abogada que llevaba algún tiempo buscando nuestra
escuela, llegó justo en el momento en que íbamos a iniciar el ejercicio. Así
que le entregué la hoja en la que aparece el poema de Rabearivelo. Como si los
niños nos hubieran contagiado de su sabiduría, del ejercicio que propuse a
partir del poeta malgache resultaron dos trabajos interesantes que pueden leer
a continuación.
Del taller salimos a buscar pintores conocidos para habitar
uno de sus cuadros durante la semana. ¿Qué cuadro y qué pintor habré escogido?
Se los dejo a su imaginación. Quienes me conocen saben hacia donde me conducen
los cauces de mi mente.
De Jean Joseph Rabearivelo, del libro Traduit de la Nuit.
XVI
Innumerables manos herrumbrosas
-olas, sombras, humaredas-
escardan y acodan
una zarza
invadida de yerbas agigantadas
de las que tan sólo surgen pájaros ciegos.
¿Qué pueden recolectar, estando ya tan cansadas?
¿Qué habrá entre sus dedos de viento?
Algunas bayas blandas y negras a fuerza de enrojecer
se han convertido ya en múltiples setas
a orillas de ese río sin piraguas
para embarcar todas esas cestas de frutos nocturnos.
para embarcar todas esas cestas de frutos nocturnos.
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